¿Por qué los niños prefieren el fútbol?

Un niño lo que quiere es jugar, si juega al fútbol es porque le gusta, lo que no sabe es por qué le gusta

El fútbol es el deporte más popular y elegido como favorito por muchos niños y padres. De entre todas las actividades deportivas es la que más practican. Entrenan durante la semana y sábados o domingos tienen partido con clubs o colegios. Juegan en el patio, en el barrio, en la plaza, en el polideportivo. Lo ven en televisión, van al estadio, compran video-juegos, coleccionan cromos. Tiene muchas virtudes, las propias de cualquier deporte: hacen ejercicio, les mantiene alejados de hábitos poco recomendables, socializan, compiten, ganan autoestima, aprenden tolerancia, se sacrifican. El fútbol enseña puntualidad, constancia, disciplina, espíritu de superación, ayuda a adquirir el dominio de sí mismo, de la ansiedad y del temor, a vencer la presión, a valorar las diferentes opciones. El fútbol nos une, contribuye a fomentar la idea de equipo, de compartir, de trabajar todos en favor de un objetivo común, a desarrollar el valor de la solidaridad, la importancia de ayudar a los demás, a desarrollar el espíritu de compañerismo y el respeto al rival.

Los niños, viven, comen y sueñan futbol. Consiste -más allá de tácticas, técnicas y habilidades- en un balón y en un grupo de personas divididas en dos equipos que deben marcar tantos en las respectivas porterías del equipo contrario. Es así de fácil de practicar. Tan sencillo es el futbol y sus reglas que incluso una lata y dos piedras para delimitar el área de la portería son suficientes para poder divertirse. Las porterías son muy grandes y ofrecen bastantes posibilidades para que un balón entre en ella. Con cualquier pelota y en cualquier lugar un niño puede practicarlo. Puede jugarse entre dos personas, incluso solo, y las reglas son claras. Los jugadores saben que para ganar lo único que tienen que hacer es meter la pelota en la portería del equipo contrario. Por eso es atractivo el futbol.

Es un deporte que “engancha” que no distingue de sexos y que encima arrastra pasiones, mayores incluso que lazos familiares o de pareja. Todos tenemos un familiar que juega o ha jugado al fútbol en cualquier competición. Desde que somos pequeños, hemos tenido el fútbol como corriente y que en el caso de nuestro país es casi una de nuestras señas de identidad. Los niños no son capaces de desviar la vista frente al televisor para mirar una y otra vez los mismos goles. No existe colegio en España en la que a la hora del recreo se junten los niños a jugar a fútbol, ni fin de semana en el que la gente siga durante algunas horas a sus equipos respectivos.

La salsa del fútbol.

La mejor razón que hace al fútbol el deporte más grande es el GOL. Es el hecho de marcar un tanto el objetivo del juego, que posee un carácter atractivo que no tiene ningún otro deporte. Es el encargado de generar máxima tensión cuando hay pocos o el partido está igualado, y lo convierte en eterno cuando se logra en un gran campeonato. Pocas cosas hay tan legendarias como ser testigo directo de un gran gol, o que este se consiga en un partido importante. Uno disfruta marcándolos, cantándolos y exagerándolos al contarlos a los amigos. Por eso un gol es un tesoro. La anotación de un gol durante el partido, cuando la pelota traspasa la red contraria, le produce al niño un efecto inmensamente placentero. El gol es el momento donde los niños se sienten completamente libres de expresar lo que sienten, pueden emocionarse, llorar de alegría o de tristeza y todo lo acumulado en la semana escolar puede ser liberado. Los goles son la salsa del fútbol.

Disfrutar con el fútbol.

Es el deporte rey y su afición va en aumento, ya que cada vez más niños lo practican. Uno de cada cuatro jóvenes en España quiere dedicarse al fútbol.  Un estudio realizado hace unos años por la compañía JETIX, experta en entretenimiento infantil, entre más de 1.000 niños españoles de entre 4 y 10 años, con el objeto de averiguar sus preferencias deportivas, así lo demostraba. Los niños prefieren el fútbol (44%) frente a un 31% que prefiere el baloncesto y un 25% el tenis, un 59% de los niños prefieren “echar un partido real con los amigos”. También el estudio demuestra que el 39% de los encuestados les gusta “sudar la camiseta con su padre, si éste puede”. Y el 33% con sus hermanos. Finalmente, el 28% prefiere a sus amigos. Ver a su equipo favorito en el estadio de fútbol, es uno de los deseos que más se repiten entre los niños, y así lo asegura el 40%. A un 33% les da igual el lugar desde donde vean a su equipo favorito siempre que sea rodeado de sus amigos, y a un 27% le apetece mucho ver el partido desde la tele de casa.

Desde temprana edad la mayoría de los niños comienzan a patear una pelota, ya sea porque ellos sienten curiosidad y atracción por el balón, o porque son sus padres quienes los inducen en esta actividad lúdica. Prefieren el fútbol porque cualquier niño que desea aprender a jugarlo, aunque uno no tenga esas grandes cualidades que le lleven a ser una estrella del fútbol, puede hacerlo con quien quiera, amigos, rivales, vecinos y conocidos.

Los niños tienen derecho a soñar, el fútbol ayuda a hacerlo, a esforzarse por conseguir metas, el fútbol inculca hábitos que le ayudarán a intentarlo a la vez que te hace adquirir valores para siempre. El fútbol les sirve para disfrutar de este deporte y para ser mejores personas, hacen amistades con mucha gente, conocen otras culturas y otros lugares. Y, como no, deben superar muchas dificultades, muchos disgustos, muchas situaciones que le servirán en la vida.

El fuerte lazo que le une al padre.

Los niños asisten al fútbol, por primera vez, junto a su padre. Un recuerdo que se marca a fuego en la mente de los niños. Asociamos el fútbol con cálidos recuerdos de la niñez. Este deporte es parte esencial en el vínculo afectivo con su padre. Un hombre puede cambiar de pareja, de ciudad o de amigos, pero jamás su preferencia por un mismo equipo de fútbol. El traspaso de esta herencia futbolera se convierte en un rasgo tan fuerte en una persona que se podría decir que existe dentro de su código genético.

Además, las historias que cuentan los padres sobre grandes jugadores de antaño sirven como un legado de tradiciones e historias que crea una mitología familiar y un lazo muy fuerte.

Como padre tengo una idea muy clara de lo que quiero para mi hijo, que no es más ni menos que se divierta practicando este deporte porque se que le encanta.  

Mucho más que un deporte.

La emoción al inicio del segundo tiempo de un partido, donde se define la derrota o la victoria, se refleja en el ritmo cardiaco del niño. Sueñan regularmente con un partido, planifican su día a día en torno a este deporte. Necesitan el apoyo del buen aficionado. Su presencia en el estadio, incluso, usar la camiseta de su equipo mientras se mira el partido por televisión, es un factor clave para el éxito. Consideran al fútbol como el método ideal para integrarse con sus colegas en el colegio.

Ser aficionado de un equipo genera una sensación de identidad. La victoria de tu equipo condiciona la forma en la que asisto al colegio. Un triunfo los vuelve más productivos, aumenta su motivación. Ganar la Copa del Mundo a España tuvo un efecto inmediato en el buen ánimo de los niños y de alegría en todos nuestros deportistas.

En algunos países se podría decir que el fútbol es mucho más que un deporte, para algunos es su religión. Los niños en lugar de nacer con un pan debajo del brazo, nacen con el balón entre las piernas. Su juego trepidante, lleno de ritmo, en el que los goles, las entradas y las ocasiones inundan el césped, les atrapa en el sofá. Su entretenimiento radica, en parte, en el ambiente de sus estadios. Terrenos de juego perfectos, gradas repletas y cánticos ensordecedores que le dan al fútbol un paisaje que no tiene ningún otro deporte.

El fútbol es un sentimiento.

¿Nos hemos parado a pensar cuanto le puede gustar el fútbol a nuestros hijos? ¿Se lo hemos preguntado alguna vez?

Cuando termina el entrenamiento espero a que me recoja mi padre, con el bolso bajo el brazo me detengo un momento y me quedo mirando el terreno de juego, el lugar donde jugamos. Ese campo donde me he caído muchas veces y raspado las rodillas. Ese campo lleno de caucho que hizo que ensuciara toda la casa de bolitas negras y tuviera que escuchar a mamá decir, quítate las botas y la ropa y vete a la ducha directo. Levantarme el sábado temprano creyéndome que tengo clase, para ir a jugar mi partido semanal.

¡No te vayas! me dicen mis amigos, el día antes del partido. ¡Piensa en estudiar! te dicen tus profesores. ¡No nos vemos nunca! te dicen tus amigos.

Ellos no saben lo que significa el fútbol para mí. No saben la tensión y los nervios que no te dejan dormir un día antes del partido, los partidos que jugué lesionado o enfermo, lo que siento cuando marco un gol y mis compañeros me abrazan. No saben la fuerza que te da una palmada del mister o de un compañero cuando has hecho una buena jugada, el dolor que sufro con patadas y caídas, la tensión momentos antes de dar la alineación o la rabia por estar en el banquillo. No saben lo que es ganar o perder en el último minuto, jugar un partido con mucho calor o mucho frío, llegar muy cansado a casa y no poder moverte, ducharte con agua fría en invierno, no jugar por estar lesionado, hacer la pretemporada mientras los amigos están en la playa. No saben lo que es ir a entrenar, después de clase, muerto de hambre, perder el último partido que nos hacía campeones, fallar el gol en el último minuto. No saben lo que quiero este deporte, el sentimiento que tengo por el fútbol.

Por el principio y el final del partido. Porque, más allá de directivos, de padres, de entrenadores, de árbitros, de victorias y derrotas, es capaz de darme momentos de emoción, de alegría y de tristeza, que hacen que todo lo demás valga la pena. Por eso, por mucho más que no se puede explicar, porque no lo puedo evitar, por eso prefiero el fútbol. Y esta es una buena respuesta.

 

Pedro Meseguer Díez (@pmeseguer).
Técnico Deportivo Grado Superior.
Entrenador Nacional de Fútbol.