El camino hacia la excelencia

¿EL TALENTO NACE O SE HACE?

El camino hacia la excelencia (3)

¿Cuáles son los factores que dan lugar a que un joven deportista cuyo “talento” ya despunta en edad escolar vea cómo sus expectativas de éxito se diluyen a medida que va alcanzando la madurez?.

O, en el caso contrario, ¿Qué es lo que hace que un atleta “del montón” de repente “explote” y  consiga dar el salto al mundo profesional?.

Veamos qué es lo que dicen algunos expertos sobre lo que se ha venido a llamar “la excelencia”.

ALCANZAR LA EXCELENCIA.

El desarrollo de la maestría en una actividad comparte las mismas bases, independientemente de la especialidad en la que se esté inmerso. El músico, el científico o el atleta olímpico son el resultado de un plan de desarrollo secuencial, multiestacional.

En 1985 el Dr. Benjamin Bloom dirigió un estudio encaminado a desentrañar los secretos del desarrollo del talento de 120 personalidades con un alto nivel de maestría en campos tan dispares como las artes (música, escultura), la ciencia (investigación, matemáticas) o el deporte (tenis, natación). El sorprendente resultado del estudio desveló que todos ellos compartían las mismas fases de aprendizaje y desarrollo. Estas fases fueron descritas por Bloom en su libro “El desarrollo del talento en los jóvenes”.

  • Fase temprana (romance). En la que el juego, la exploración, la diversión y el aprendizaje de las habilidades fundamentales despiertan la pasión en el niño por la actividad en cuestión. Además, los sujetos estudiados compartían la circunstancia de que, desde edad temprana, en el ámbito familiar les fue puesto en valor el trabajo duro. Sus padres les inculcaron autodisciplina, autoconfianza y responsabilidad: “Si que tienes que hacer algo, hazlo bien, da siempre lo mejor de ti”.
  • Fase media (precisión). Aprendizaje sistemático de las habilidades técnicas, específicas de la especialidad elegida, a través de un profesor/entrenador cualificado. Esta fase suele durar de 4 a 6 años, período de transición que transcurre desde “jugar a tenis/tocar el piano” hasta “jugador de tenis/pianista”. En esta fase, es destacable el ingente sacrificio de los padres, en tiempo y recursos, para facilitar la formación del joven que ya “apunta cierta proyección”.
  • Fase final (integración). El individuo continúa su formación con un entrenador/profesor experto en alto rendimiento, durante varias horas al día, 6 días por semana. Es el momento de ajustar el entrenamiento específico, en busca de un desarrollo personalizado.

EL DESARROLLO DEL TALENTO.

Para aquellos individuos que alcanzan el éxito internacional, el modelo de las tres fases tiene una duración de entre 15 a 20 años. Téngase en cuenta que, tan sólo el 10% de los estudiados habían alcanzado a los 12 años el suficiente nivel de maestría como para poder hacer una previsión fiable de que se encontrarían entre los mejores de la especialidad a la edad de 20-30 años (en esta minoría encontramos a los Messi, Mozart, Márquez Tiger Woods o Nadal).

Además, Bloom afirma que, progresar demasiado pronto hacia la siguiente fase, privará al individuo del necesario desarrollo psicomotriz, o de la adecuada motivación para mantener el nivel requerido en la superior. Más aún, la duración de las fases y la velocidad en el aprendizaje son diferentes para cada persona, es fundamental tener en consideración tres máximas para el aprendizaje efectivo:

  • Sin transiciones dramáticas.
  • Sin saltos bruscos al elevar el nivel.
  • Sin pausas excesivas o retrasos innecesarios.

En definitiva, “sin prisa, pero sin pausa”.

El camino hacia la excelencia (2)

Desgraciadamente, el desprecio a la teoría de las fases de aprendizaje y desarrollo individualizado –bien por desconocimiento, bien por la urgencia de resultados-, ha provocado que gran cantidad de jóvenes, con maduración tardía, hayan quedado excluidos del proceso deportivo.

Para terminar, es fundamental entender y asumir que tanto los factores intrínsecos (genéticos) como los extrínsecos (-Côtè– ambiente, aprendizaje, entrenamiento) determinan el desarrollo del futuro deportista. Bouchard afirma que “aunque los factores genéticos pueden decirnos con mayor seguridad las posibilidades atléticas de un niño, la relación entre las condiciones innatas del atleta y su rendimiento posterior sólo será de un 45%, siendo el 55% restante aportado por el entrenamiento, los factores sociales y los psicológicos”. Zatsiorski (1989), confirma este postulado, cuando afirma que las capacidades del hombre para influir en el éxito de determinada actividad, se desarrollan sobre la base de propiedades congénitas y adquiridas.

A los anteriores, habría que añadir a Simonton, (2001), a Abbott & Collins (2004) o a Burguess & Naugthon, 2010: “el talento no es un concepto unidimensional, sino multidimensional y multiplicativo, nunca sumativo” (es decir, no es el resultado de la suma de todos los factores, sino que es multiplicativo, en el sentido de que la ausencia de ciertas características fundamentales hace que el talento sea nulo).

Por lo tanto, no nos queda más que volver la mirada hacia quien, ya en el siglo IV a. C., inculcaba el esfuerzo, la perseverancia y el trabajo diario en sus pupilos…

“Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia entonces, no es un acto sino un hábito” – Aristóteles.

Algo de razón tendría este griego, ¿no?

Referencias

  • Bloom, B. S. Developing Talent in Young People. NY:  Ballantine Books. 1985.
  • Bompa, T. From Childhood to Champion Athlete. Veritas Publishing. 1994.
  • Buchard, C. Heredity and endurance performance. 1994
  • Drabik, J. Children and Sports Training. Stadion Publishing Company, Inc.  Island Pond, 1996.
  • Gibbons, T. The development of excellence. Sport Science and Technology Division, United States Olympic Committee. 1998
  • Côtè, J.; Baker, J.; Abernethy, B. From Play to Practice. Human Kinetics, 2003.

 

Jesús Alberto Rubio Paz.
Título Superior en Entrenamiento Deportivo.
Experto Universitario en Coaching Deportivo y Psicología para el alto rendimiento.