Descubres que la vida es un juego que se mide en centímetros. También lo es el fútbol. Porque en cada partido, en la vida o en el fútbol, el margen de error es tan estrecho. Quiero decir… medio paso demasiado tarde o muy pronto y no llegarás; medio segundo demasiado lento o muy rápido y no lo atraparás. Los centímetros que necesitamos están por todas partes. Están en cada descanso del partido, en cada minuto, en cada segundo. En este equipo luchamos por ese centímetro. En este equipo nos dejamos la piel y destrozamos a todo el mundo a nuestro alrededor por ese centímetro. Arañamos con nuestras uñas por ese centímetro. Porque sabemos que sumando todos esos centímetros vamos a marcar la diferencia entre GANAR o PERDER, entre VIVIR o MORIR. Eso es un equipo, caballeros. O bien nos rehacemos ahora, como un equipo, o nos desmoronamos como individuos. Eso es el fútbol, chicos. Nada más. Decidme, ¿qué vais a hacer?
Discurso del entrenador -Al Pacino- antes del partido en la película “Un domingo cualquiera”.
Un discurso de este tipo podría motivar a cualquiera, provocando un cambio en el jugador que lo transformaría. En el fútbol es muy importante la comunicación tanto dentro como fuera del campo, tanto por parte de los jugadores como de los entrenadores, ya que sirve, entre otras cosas, para analizar aspectos del juego realizado o que se van a realizar, antes, en el descanso o al finalizar la competición. Al comunicar cada persona da a conocer una forma de ser, una forma de pensar, una forma de estar. Transmitimos valores, conceptos y pensamientos. Y cada persona lo hace desde una posición única y diferente. Determinaremos las características del discurso del entrenador en el vestuario y su influencia en el comportamiento de los jugadores en el terreno de juego.
A los entrenadores, cuando empiezan a ejercer, les crea importantes dudas que decir en los momentos del partido. Es uno de los secretos mejor guardados de los equipos, los coloquios y conversaciones que se tienen en el vestuario. Un equipo de fútbol sabe perfectamente lo importante que es el secreto de un vestuario, porque es con ese código fundamental que se puede preservar la necesaria intimidad de un grupo, tanto para los aspectos negativos y delicados, como para los positivos y celebratorios, que les pertenecen nada más que a los equipos y cuerpos técnicos. Las decisiones delicadas que se toman por parte de los integrantes de una plantilla deben quedar en el vestuario, lejos de curiosos, padres y micrófonos, porque eso de exponer las opiniones de los protagonistas implica riesgos que evitaremos con el silencio. Aunque debemos entender que también habrá cuestiones que los padres deban conocer, en esos momentos, es recomendable presentarles la situación y hablar de ella.
En el vestuario los comportamientos de los niños se modifican a través del discurso del entrenador, las instrucciones que este aporta a los jugadores en formación condicionan su aprendizaje y su manera de comportarse en el campo de juego. A partir del mensaje implícito que todo técnico expresa, cuidando las formas y respetando al rival. Un niño no nace dispuesto a escuchar lo que su educador le explica, debe aprenderlo. Muchos entrenadores intentan, sin éxito, adiestrar a su equipo repitiendo las mismas cosas, con un tono de voz más elevado cada vez, sin resultados eficaces por ello. Es mejor hablar en voz baja pero que con un contenido práctico. Según el público que tengamos así actuaremos, alteraremos métodos, acorde con la edad y madurez del niño.
¿Cómo se consigue una comunicación eficaz? Desde luego, no simplemente soltando el rollo de cualquier manera. Lo importante no es lo que el entrenador dice, sino aquello que los deportistas asimilan. Los niños tienen una capacidad limitada para recordar un conjunto de informaciones verbales. La comunicación corta y simple será comprendida y recordada infinitamente mejor que un largo discurso.
El entrenador puede actuar como psicólogo, buscando formulas para mejorar la comunicación grupal, tratando que sea cara a cara, sin mediadores, evitando interferencias, definiendo el cuándo (la ocasión), el dónde (sitio) y el cómo (la forma) de trasladar el mensaje según las características del niño. Su mensaje debe de ser sencillo, utilizando un lenguaje técnico y simple, para que el deportista lo entienda, pero también aprenda el significado de palabras propias del fútbol, sabiendo llamar a cada acción por su nombre. Si el futbolista siente que lo aceptamos tal como es, se sentirá feliz, facilitará el diálogo, compartirá sentimientos, nuestra comunicación será eficaz y la posible carga negativa que tenga desaparecerá. Si al joven le cuesta iniciar una conversación con el educador, a veces, la mejor manera de ayudarle es tenderle la mano, abrazarlo e iniciar nosotros la charla, más tarde esperaremos a que comience a hablar.
Asegúrate de que está todo el equipo presente antes de iniciar cualquier conversación, llamando a todos los jugadores por su nombre, y cuando estos estén atendiendo empezaremos a hablar. Ahorraremos repeticiones, tiempo y enfados. Cuidaremos que nuestro tono de voz esté acorde con la importancia del mensaje. Hablaremos al mismo nivel visual que los niños, inclinándonos o sentándonos junto a ellos, acercando distancias y diferencias entre nosotros. En este proceso de dialogo las palabras amables tendrán respuestas amables. Si nos dirigimos al equipo ¨por favor¨ o ¨gracias¨ el niño copiará nuestra conducta, mejorará el comportamiento del futbolista y el del equipo. Debemos explicar al niño las consecuencias que producen sus acciones o actitudes en lugar de criticarle directamente. Aprendamos a decirles a los niños “qué hacer” en vez de decirles “qué no hacer.”
En el fútbol un equipo se motiva mediante psicólogos, charlas del cuerpo técnico o apoyo familiar, pero no debemos olvidar que, quizá, las mejores palabras de ánimo procedan de los propios jugadores. Esas palabras de aliento de un compañero encierran en sí toda la fuerza que un vestuario tiene, las horas de entrenamientos, sin el apoyo de los componentes del equipo las charlas técnicas del míster no valdrían para nada.
Uno de los momentos más importantes en la preparación semanal es el de las charlas técnicas. Hay diversas opiniones sobre el modo de enfocarlas: tiempo de exposición, si deben de hacerse en la concentración o en el vestuario, el día anterior al partido, el mismo día del partido por la mañana, o antes de saltar al terreno de juego. Algunos entrenadores prefieren que el sitio y el momento más adecuado sean cercanos al comienzo de cada partido ya que estas charlas han de ser un resumen de todo lo hablado y trabajado durante la semana. Otros entrenadores hacen charlas cortas, individuales durante la semana y una charla un poco más larga el último entrenamiento y el día del partido se limitarán a repasar las tareas tanto individuales como grupales. Resulta más productivo introducir explicaciones verbales en el trabajo semanal, que hacer charlas largas en momentos inmediatos al partido. Lo ideal cerca del partido son charlas breves para motivar, dar autoconfianza, reforzar el estado de ánimo.
Cada entrenador tiene su forma personal de llevar a cabo la charla que suele darse antes de los partidos de fútbol, indudablemente todas las tácticas que se empleen pueden ser buenas, no existe un único modelo que resuelva positivamente todas las acciones de un partido. Es importante tener en cuenta la edad de los niños y sus características, cómo hemos entrenado durante la semana, la importancia del partido y el rival. Determinaremos el momento más adecuado, al término de equiparse y ser atendidos por el fisioterapeuta en el caso de que dispongamos de él, estableciendo la duración de la charla, no más de 10 minutos, una duración mayor puede atiborrar excesivamente de contenidos a los jugadores y dispersar demasiado sus ideas. Podemos utilizar frases que elogien el juego rival y que pongan la prudencia como máximo valor a la hora de afrontar el partido.
Dejémosle claro al equipo la organización de todas las acciones posibles durante el partido. Saques de falta, córner, barreras, acciones defensivas y ofensivas. Evitemos que se produzcan situaciones en las que los niños preguntan al entrenador durante el encuentro, con la mano levantada, quien saca la falta, el córner o el penalti. Lo tiro yo, lo tiro yo… Dispondremos para estas funciones a tres o cuatro jugadores, debiendo ponerse de acuerdo entre ellos para realizarlas en el momento que se produzcan.
La charla del entrenador durante el descanso debe ser una mezcla de consejos y correcciones, junto a una reflexión de lo realizado en el campo. Tendremos en cuenta que el tiempo disponible, menos de 15 minutos, tiene que ir dedicado al descanso de los jugadores, 3 o 4 minutos de silencio antes de hablar, ingesta de líquidos y revisión de molestias por parte del médico o fisioterapeuta. Pensemos cómo estamos haciendo lo que estamos haciendo y qué cosas podemos mejorar, imaginando también como transcurrirá la segunda parte. Estas indicaciones se basarán en jugadores determinados del equipo rival y en lo que buscamos con la incorporación de nuestros cambios en el equipo, corrigiéndolo o manteniéndolo, según consideremos si el juego del equipo es positivo o negativo.
Si el entrenador tiene un ayudante, entonces el orden de la charla, quien habla y quien anima debe estar coordinado. Es preferible dirigirse de manera privada a aquellos niños a los que sepamos que necesitan más apoyo en ese partido, corrigiéndolos positivamente, evitando frases negativas a jugadores sin éxito y excesos de triunfalismo, en caso de que el equipo tenga ventaja en el resultado. Elevar demasiado la voz o una bronca desmedida puede suponer perder al jugador para todo el encuentro.
La actitud del entrenador tras un partido debiera ser parecida tanto en las derrotas como en las victorias, ni demasiado apenado cuando perdemos, ni demasiado eufórico cuando ganamos. En caso de victoria y buen juego, el entrenador debe destacar el valor del trabajo del equipo, dando la enhorabuena a sus componentes, insistiendo en la línea a seguir. Si el resultado y el juego han sido negativos, no debemos golpear al equipo con nuestro enfado, no es el momento, tras la derrota, el mejor momento para realizar cualquier crítica es durante el siguiente entrenamiento.
Las palabras ¨Confianza¨ e ¨Importante¨ pueden hacer que un jugador se sienta identificado con su entrenador. Existen entrenadores que en vez de cogerte a nivel individual y hablarte, son más de dejar hacer. Otros, en cambio, son de explicar al jugador que tiene que jugar como sabe, que no debe esconder ninguna cualidad de las que tenga, que saque lo mejor que tiene, que juegue con libertad. Es básico que tu propio entrenador te diga que desarrolles tus cualidades para tener confianza y que el equipo mejore, te dé explicaciones de si no juegas por esto o por lo otro, aquí llegas, aquí no, te haga sentir bien.
El lugar donde el niño realiza deporte diariamente debe ser un espacio con alegría. Si logramos que el futbolista esté la mayor parte de su tiempo feliz jugando al futbol, podremos felicitaremos por ello. Después solo nos queda facilitar las oportunidades, el entrenador que las ofrezca posiblemente le salgan mejor las cosas. Un buen entrenador es el que te anima cuando lo haces bien, el que, en el vestuario, intenta transmitirle al equipo sus propias sensaciones para ponerlas en marcha, para hacerles ver a sus jugadores que intentarán ser mejores que los rivales, que lucharan por la victoria. Actuemos como actuemos y digamos lo que digamos, hagámoslo con cuidado porque posiblemente lo que haya ocurrido y vaya a ocurrir en el campo sea culpa nuestra. Intentemos protagonizar situaciones amables en la plantilla para que seamos bien acogidos desde el principio de temporada, evitemos el discurso áspero con los futbolistas. Seamos cercanos y humildes en nuestras alocuciones, exigiendo el máximo en el campo y en los entrenamientos a cambio de ofrecerles una vida lo más normal posible al niño.
Comunicar es cultura, y por eso, en el mundo del fútbol, donde a veces se dice demasiado, y en más ocasiones de las que se debiera se dice sin cuidar las formas y contenido, debemos cuidar el uso de nuestro lenguaje en un ámbito, del que si de algo ha adolecido en su historia es de grandes oradores y comunicadores. Al comunicar formamos opinión, transmitimos ideas, pensamientos y valores que influyen en quienes receptan el mensaje, los niños. Razón por la cual debemos ser cuidadosos, efectivos y claros en lo que transmitimos.
El vestuario, ese lugar donde se fragmentan relaciones a medida que los resultados se tuercen y donde la unión es lo que más caracteriza al grupo, es donde el técnico, básico en este tipo de situaciones, fomentará ese tipo de valores con sus decisiones. Estas estarán por encima de las de cualquier jugador. Somos amigos de los jugadores cuando aceptan lo que decimos. Si acatan nuestras decisiones nos sentimos satisfechos, pero puede que haya quien no las quiera aceptar, entonces debamos preguntarnos ¿por qué? Puede que sea porque no se lo hemos pedido amablemente.
Pedro Meseguer Díez (@pmeseguer).
Técnico Deportivo Grado Superior.
Entrenador Nacional de Fútbol.
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