Artítculo realizado por: Jorge Sanmiguel Codina
La pretemporada del portero, al igual que pasa con el resto de jugadores del equipo, debe aprovecharse para recuperar sensaciones, siendo un periodo importante donde se busca preparar progresivamente el cuerpo y la mente para la competición. Así, tras un tiempo de descanso, donde seguramente se habrán visto alterados negativamente diferentes sistemas (físicos, cognitivos, …), se presenta como el momento de retomar la actividad y recuperar los hábitos de entrenamiento.
En este sentido, el entrenamiento del portero en pretemporada (al igual que durante la temporada) no debe contemplarse como un mundo paralelo al del equipo. Si cabe, todo lo contrario, pues es un momento propicio para fomentar lo máximo posible la interacción con el grupo; puede haber nuevos compañeros y/o entrenadores, ideas de juego en construcción, etc. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que no se desarrollen prácticas específicas en portería, pero siempre teniéndolas en cuenta como el complemento ideal en cuanto a contenidos y experiencias se refiere.
Desde esta perspectiva, cada pretemporada es un mundo al igual que cada intervención específica con el portero. Hay múltiples factores que incidirán en su preparación, como por ejemplo; los objetivos individuales y los colectivos, los días de entrenamiento, la metodología empleada por el equipo (según se desarrolle se integrará más o menos al portero en la práctica), las características y circunstancias individuales de cada uno, etc. Por ponernos en situación; ¿entrenaremos igual a un portero de 20 años que de 35años?
Por ello, y desde una perspectiva amplia, a continuación, destacamos algunos aspectos a tener en cuenta en el entrenamiento del portero en pretemporada, para lo cual tomamos como referencia los clásicos ámbitos de competencia del fútbol; la táctica-técnica (en la medida de lo posible siempre irán de la mano), la condición física y la psicológica.
Si la táctica hace referencia a la percepción y la toma de decisiones, lo que se traduce en el cuándo y cómo actuar en cada situación, parece natural pensar que tras algunas semanas “parado” se le debe dar –con más motivo si cabe que en temporada– la importancia que merece; recordemos que no deja de ser quien desencadena el gesto o patrón motor a emplear. Como es previsible, a la vuelta de vacaciones seguramente cueste más mantener la atención y noción en portería, siendo preciso incidir en algunas capacidades perceptivo-motrices. En nuestro caso, entrenar situaciones donde se tengan en cuenta las referencias estáticas (como la portería o el área) y dinámicas (caso del balón, los compañeros y rivales) del juego será fundamental. Por ello, aprovecharemos los entrenamientos específicos para utilizar inicialmente planos de intervención reducidos, siendo las unidades de acción diversas y específicas del rol. En este sentido, los planos de intervención y las unidades de acción estarán sujetos inexorablemente a la lógica y normas del juego que rige la competición. Así, es el momento de practicar de forma deliberada situaciones tipo –a través de instantes y momentos del juego– propensas a darse en el área y sus inmediaciones en un partido (siendo el modelo de juego el referente en cuanto a la matriz de principios táctico-técnicos a desarrollar). De esta forma, en el entrenamiento específico del portero en pretemporada tendrán gran incidencia los ejercicios que desarrollen el conocimiento procedimental; es decir, aquel práctico e intuitivo, ligado a su “saber hacer”. Por tanto, favoreceremos, por ejemplo, el empleo de tiros a portería atendiendo diferentes distancias-ángulos, disposiciones balón-compañeros-rivales y objetivos, de modo que se asocien de forma eficaz las acciones tácticas a los gestos técnicos.
Obviamente, en el entrenamiento también se podrá hacer uso de planos de intervención mayores, lo que supondrá aumentar las exigencias en este ámbito de competencia. En este caso, la organización de los recursos para llevar a cabo este tipo de planteamientos será más favorable si se integran dentro de la sesión del equipo. Por ejemplo, a través de tareas 3×3 con finalización –el portero forma parte del mesosistema–, se pueden llegar a desarrollar múltiples principios táctico-técnicos ofensivos y defensivos tanto específicos como inespecíficos del puesto. Lógicamente, este tipo de tareas, las cuales permiten una “lectura” del juego más amplia, “invitarán” a la reflexión y el razonamiento explícito, cuya base es eminentemente estratégica.
Con todo ello, la idea es que cuando termine la pretemporada, el portero tenga un desarrollo cognitivo óptimo para afrontar las altas exigencias competitivas, siendo la atención y la memoria dos elementos decisivos en el sistema a la hora de: mantener la atención durante periodos prolongados (concentración); reconocer, diferenciar y seleccionar la información o claves del juego más significativas en cada momento; recordar, transferir y generalizar el conocimiento, etc. A posteriori, la velocidad para procesar la información y el tipo respuesta que se llevarán a cabo dependen, en gran parte, de estos sistemas.
En la pretemporada, el propio reinicio de la actividad y el aumento progresivo de las cargas de trabajo en cuanto a intensidad y volumen va a permitir mejorar notablemente las capacidades motrices del portero. Así, el mero hecho de entrenar “futbol” de forma sistematizada ayudará a mejorar gradualmente su nivel funcional. Pero este proceso no puede ser fruto de la improvisación. La condición física en portería debe planificarse a partir del trabajo integrado con el resto del equipo. Este punto de referencia servirá para programar, posteriormente, contenidos más individualizados acorde a las posibilidades de cada uno y las necesidades del rol que se desempeña.
Ya más en concreto, debemos resaltar que la ganancia de fuerza-velocidad del portero es fundamental en este periodo. Para ello, en el entrenamiento inicialmente se buscará afianzar una base condicional donde se puedan apoyar esfuerzos cada vez mayores. Aquí, los ejercicios “genéricos” favorecerán, entre otras cosas, la estabilidad y el control motor, prestando especial interés al trabajo que ofrece grandes desafíos posturales –entrenamiento “neuromuscular” –. Así, el objetivo es empezar la temporada alcanzando niveles óptimos de explosividad, que permitan afrontar con ciertas garantías (sobre todo, en cuanto a evitar lesiones musculares) las máximas exigencias. Esto implicará utilizar arrancadas, frenadas, cambios de dirección, saltos, etc., llevando a cabo esfuerzos cada vez mayores –vinculados a la fuerza-resistencia– a medida que se va adaptando el cuerpo. En este sentido, preponderarán las vías metabólicas anaeróbicas, ligados ocasionalmente a métodos más analíticos –con poca incertidumbre en cuanto a la toma de decisiones–. Por poner un ejemplo, se pueden hacer diversos circuitos que contengan pliometría terminando la secuencia con un gesto técnico específico –como un blocaje–. Todo ello dentro de un nivel adecuado en la exigencia de los saltos y tiempo de ejecución; pasaremos progresivamente de acciones que suponen menos intensidad (en cuanto al esfuerzo) y más volumen (en términos de duración), a invertir la curva –en lo que al metabolismo se refiere, supondrá trabajar de forma complementaria en diferentes niveles de capacidad y potencia–.
A la hora de trabajar la fuerza, sí es oportuno controlar los distintos aspectos relevantes de cara a mejorarla–clave en este periodo–, mantenerla y transferirla al juego. Por ello, será necesario apoyarse en el preparador físico en caso de tenerlo, o en su defecto, consultar publicaciones de expertos en la materia o de cualquier otra fuente con garantía que pueda ayudarnos. Este “expertis” nos va a ayudar a preparar ejercicios apropiados y controlar las cargas (a tener en cuenta la cantidad y tipo de esfuerzos realizados tanto con el equipo, como con el entrenador de porteros). En todo caso, si tenemos dudas, es recomendable ser precavidos, siendo mejor pecar por defecto que por exceso.
En definitiva, el objetivo será utilizar y controlar eficazmente aquellas variables que incidan significativamente en la competencia física del portero, buscando diseñar programas que articulen de forma efectiva la concurrencia de la fuerza en el entrenamiento.
Como puede suponerse, para trabajar de forma eficaz es fundamental que el “saber estar” de todos los participantes sea óptimo. Es decir, que los factores actitudinales que condicionan el “clima” en el que se llevarán a cabo las prácticas se adecuado. Y la pretemporada puede considerarse como un momento muy apropiado para sentar ciertas bases en lo que respecta al “ambiente anímico”, siendo clave la confianza y el compromiso entre entrenador-portero.
¿Cómo crear este clima? Hay múltiples aspectos que inciden en la motivación y las emociones, y por ende, en el comportamiento, que se deben “atajar de raíz”. Así, la pretemporada puede considerarse el punto de partida de un ciclo donde proyectar una “visión” en el tiempo. El presente determina quienes somos, pero; ¿quiénes queremos ser en el futuro? Antes de nada, cabe destacar que la relación entre el entrenador específico y sus porteros suele ser muy directa, pues conforman un grupo reducido de trabajo que interactúa activamente –incluso a veces, el entrenador de porteros con frecuencia participa como un jugador más–. Dentro de este vínculo, será preciso plantear objetivos adecuados en portería –concretos, realistas, medibles, etc.– que potencien tanto las capacidades que se tienen como otras nuevas (incluidas las del entrenador). Por ello, valoraremos de forma positiva la contribución activa –colaborativa– de todos los agentes implicados en el proceso, a fin de alinear sus objetivos y expectativas. Por ejemplo, es esencial aprovechar las ideas que se generan en el propio entrenamiento para planificar acciones futuras. Esto no significa “desenfocarse” –el feedback es necesario en la evaluación del trabajo–, ni tampoco faltar a la autoridad –parte del respeto se gana con el conocimiento, la valoración de otras opiniones y la disposición al cambio–. El portero y el entrenador deben saber desde el primer día el rol que desempeñan cada uno dentro del equipo y sus responsabilidades. Pero el proyecto es común, y el intercambio de conocimiento necesario.
Por este motivo, en pretemporada se empezará a focalizar el trabajo de forma positiva, teniendo como telón de fondo la idiosincrasia del propio deporte: no perder la perspectiva lúdica del juego.
Hay personas que entienden la pretemporada como el periodo de cargar las pilas para el resto de temporada. Esta opinión, aunque respetable, no se ajusta a nuestros pensamientos. La pretemporada, como se ha descrito a lo largo del artículo, debe permitir recuperar ciertas sensaciones, las cuales se vinculan a un aumento en la capacidad de diferentes sistemas interconectados. De este modo, una pretemporada adecuada logrará adaptaciones positivas en todos los sentidos (táctico, técnico, físico y psicológico), siendo por tanto un periodo donde hay que propiciar inercia para desarrollar todo el potencial del deportista –a veces, lamentablemente, se convierte en una interferencia de rendimiento–.
Como cierre, es de agradecer la posibilidad que nos ofrece fiebreFútbol para mostrar nuestra forma de entender este deporte, de gran riqueza en cuanto a conocimientos y enfoques. Enhorabuena por el trabajo que venís haciendo.
Jorge Sanmiguel es Licenciado es Psicopedagogía y en Ciencias de la Actividad Física y Deporte, además de Técnico Deportivo en fútbol Nivel III. Fue jugador de 2ª División A, B y 3ª División, con más de 400 partidos en categorías nacionales en España. Posee experiencia deportiva como entrenador de porteros en fútbol masculino y femenino y en la dirección de distintos cursos y másteres de escuelas de entrenadores. Actualemente, coordina el programa de actividades deportivas y culturales de la UC3M y la UPM. Co-autor del libro “En la mente del portero”
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