Artículo realizado por: Ismael López Aguado
El fútbol es uno de los deportes más populares del mundo y tiene una alta incidencia de lesiones. El miembro inferior es el lugar más comúnmente lesionado (1) y dentro de este podemos encontrar lesiones musculares, tendinosas o articulares. En este caso, centraremos la atención en la rodilla por su prevalencia y severidad (1,2).
La rodilla es una articulación que debe presentar una gran estabilidad para poder soportar el peso corporal en distintos momentos y a su vez ha de tener una gran movilidad. Es por ello que posee una alta incidencia lesional en el fútbol. Existen diversos estudios que señalan que las lesiones de rodilla en el fútbol pueden llegar a suponer hasta un 17.6% del total de las lesiones (3). Otros más recientes las colocan en segunda posición en frecuencia, dentro del miembro inferior, en la élite del deporte masculino (1). En cuanto al femenino, también existen estudios recientes que señalan que la posibilidad de lesión de rodilla es de 3 a 5 veces mayor en mujeres respecto a los hombres (4,5). Además, esta alta incidencia no se corresponde solo con la élite, sino también en muy frecuente en los adolescentes (6,7)
La rodilla se compone de diversas estructuras: Ligamentos (cruzado anterior (LCA o ACL), cruzado posterior (LCP o PCL), colateral medial (LLI o MCL) y colateral lateral (LLE o LCL)), Estructuras óseas (porción inferior del fémur, superior de la tibia y la rótula), Meniscos (interno y externo) y la Capsula articular; pero centraremos nuestra atención en el LCA, ya que según diversos autores, es una de las lesiones más comunes en este tipo de deportes(8).
El LCA, como uno de los principales estabilizadores de la rodilla, evita la traducción tibial anterior con el haz anteromedial y en segundo lugar resiste la rotación tibial con el haz posterolateral. El ligamento se origina en el aspecto posteromedial del cóndilo femoral lateral y se inserta por delante de la eminencia intercondilar tibial. Los factores de riesgo más significativos e identificables que podemos encontrar son intrínsecos (anatómicos, biomecánicos, hormonales y neuromusculares) y extrínsecos (Terreno de juego, clima y calzado). Destacamos principalmente la edad y el sexo femenino como factores más determinantes, teniendo además las mujeres atletas de fútbol un riesgo mayor de volver a lesionarse de LCA y de LCA contralateral. Por posición, se reportaron un mayor riesgo de lesiones de LCA en los defensores y delanteros respecto a los porteros y los centrocampistas (5).
Antiguamente, se creía que había cierta relación entre patologías a largo plazo (LP), como la osteoartritis o osteoartrosis (9) y las lesiones de LCA, aunque ahora se sabe que no es un indicativo ni un potenciador de estas lesiones a LP, de hecho se puede llegar a vivir sin el ligamento e incluso se puede llegar a competir a cierto nivel sin el LCA. Sin embargo, consecuencias como la bajada de rendimiento o el abandono deportivo, así como la asociación a otras lesiones: lesión meniscal en el 35% de los casos, lesión del LLI en el 6% de los casos, lesión del LCP en el 2’5% de los casos o un daño condral en el 4% de los casos (3). Subrayamos la necesidad de familiarizarse con técnicas de reparación/restauración adecuados, de estas estructuras.
El mecanismo de lesión, ya sea por contacto o no (85%), implica un colapso valgo fuerte con la rodilla cerca de la extensión completa y una rotación externa o interna combinada de la tibia. Esto generalmente implica un movimiento de corte y torsión, así como el aterrizaje después de un salto, particularmente en posición de 1 pierna. Del mismo modo, una alteración en el equilibrio causada por el oponente puede incitar un mecanismo sin contacto que resulta en la ruptura del LCA. (5)
La rotura del LCA puede ser parcial o total. El diagnóstico se puede obtener a partir de pruebas de imagen como la resonancia magnética (RM) o la exploración física, con pruebas como de Lachman. La clasificación de las lesiones de LCA en base a la prueba de Lachman, que se realiza entre 20° y 30 ° de flexión de la rodilla y mide la cantidad de traslación tibial anterior en relación con el fémur (A = punto final firme, B = sin punto final; grado I: 3 -5 mm, grado II (A / B): 5-10 mm, grado III (A / B):> 10 mm), nos puede dar un diagnóstico fiable del tipo de rotura que tenemos (5).
Los programas preventivos, han demostrado cierta validez, aunque no se puede asegurar al 100% que prevengan este tipo de lesiones. Estos aumentan su efectividad junto con su adherencia (10) y son abundantes y variados, como por ejemplo el programa FIFA11 + que reduce las lesiones en miembros inferiores en un 30%, destacando la importancia preventiva significativa de este programa de calentamiento (5). Otros como el programa “Prevent Injury, Enhance Performance” (PEP), o los programas “Sportsmetrics”, “Knäkontroll” y “HarmonKnee”, demuestran ser los más eficaces para reducir el riesgo de lesión del LCA. Todos ellos se realizan más de una vez por semana, durante mínimo 20 minutos, y todos incluyen múltiples componentes de ejercicio, trabajo de fuerza (11,12).
El LCA, al igual que el LCP, es un ligamento cordonal. Esto es importante puesto que una vez se da una rotura en ellos nunca restablecen su continuidad ya que sufren una retracción. Es por ello que tras su rotura, la cirugía es el principal tratamiento (5). La ACLR es la más usada, y consiste en una incisión única, artroscópicamente asistida, de reconstrucción de un haz único (91%). Existen otras posibilidades, pero la mayoría de los cirujanos realizaron ACLR dentro de las 4 semanas y permitieron el regreso al deporte (RTS) sin restricciones a los 6 a 8 meses.
La fase de readaptación, antiguamente se ha descrito por tiempos, pero recientemente se sabe que, para su correcta readaptación, hay que atender a las fases biológicas de recuperación del LCA (13). Sin embargo, para abordarlo de forma orientativa y sencilla, lo describiremos en tiempos. Así, a pesar de que las últimas publicaciones hablan de periodos de 12 a 24 meses de recuperación para una seguridad total en la recuperación, podemos ver que la duración media de la baja deportiva en el alto rendimiento tras la lesión oscila entre los 6 y los 9 meses de competición, debido al traumatismo lesional, la cirugía y la rehabilitación posterior (14). Una vez salidos del quirófano, ya podemos empezar con el trabajo de rehabilitación.
El objetivo de la readaptación deben de ser conseguir el máximo ROM posible (Completo), el fortalecimiento de la musculatura periarticular, una articulación estable y funcional adaptada a los esfuerzos que va a llevar a cabo en la actividad diaria, sin riesgos de recaídas y lesiones asociadas. En este punto es donde varios profesionales (Preparador físico, fisioterapeuta, readaptador de lesiones y medico deportivo), deben trabajar juntos y coordinados para poder llevar a cabo este proceso de la mejor forma posible. Sus funciones serán las de valorar, organizar, coordinar, poner en práctica y supervisar medias de prevención, educación, reeducación y rehabilitación de todos aquellos aspectos que incidan de forma directa e indirecta en el rendimiento deportivo final. Así podemos desarrollar un breve ejemplo, por fases orientativas (Actualmente es por procesos biológicos) de la rehabilitación de LCA en las siguientes fases:
Fase I (aguda):
Movilización activa y pasiva de articulación afecta, crioterapia y masoterapia de despegamiento de la cicatriz y de la rótula, modalidades según requerimientos de músculos y estructuras (Estimulación eléctrica del cuádriceps, ultrasonido, TENS, interferenciales), tareas de carga (con muletas) y orientación hacia la reeducación de la marcha; que impliquen al sistema propioceptivo, trabajo de fuerza (co-contracción) de cuádriceps e isquiosurales, ya que las contracciones aisladas de cuádriceps, pueden generar una tensión sobre la plastia que resulte negativa para la recuperación. Trabajo complementario y preventivo de estructuras no afectas, de fuerza resistencia, movilidad, estabilización lumbo-pelvica y tareas propioceptivas.
Fase II (Subaguda I):
Trabajo cardiovascular en bicicleta estática (insistir en patrón de la marcha normal) y en piscina donde se trabajará la readaptación de la marcha con implicación del sistema propioceptivo, gestos deportivos (Equilibrios y golpeos suaves, cambios de dirección, apoyos, evitar el valgo), modificando la flotabilidad progresivamente. Ejercicios de cadena cinética cerrada (sentadillas, prensa), flexo-extensión de rodilla de 0⁰ a 20⁰ y después se puede empezar con ejercicios resistidos de isquiosurales según tolerancia.
Fase II (Subaguda II)
Trabajo cardiovascular en bicicleta estática con extensión completa; iniciar ejercicios de potenciación en carga y de propiocepción básicos; tareas de estabilidad articular, ejercicios en suspensión para el control lumbo pélvico; ejercicios básicos de fuerza (Sentadilla o Split). Estiramiento de cadenas musculares posterior y cadena antero-interna mediante conceptos de SGA (Streching Global Activo) y RPG (Reeducación Postural Global).
Fase III:
Potenciación muscular en sala de musculación, trabajo con gomas del tren inferior y combinado con desplazamientos, propiocepción media, alineación articular y estabilidad estática y dinámica con ausencia o no de estímulos visuales y empezar a correr e introducción multisaltos en el sitio.
Trabajo con gomas de la musculatura del tren inferior y global combinado con desplazamientos y pelota, propiocepción alta, trabajo de potenciación aeróbica y anaeróbica láctica, introducir multisaltos dinámicos, pliometría e introducción de cambios de dirección y velocidad
Todo este proceso irá dirigido hasta una vuelta a la normalidad final en la que el jugador vuelva a estar a disposición del preparador físico con normalidad junto con el resto del equipo.
Ismael López Aguado Nieto
Formación:
Expriencia:
Fisioterapeuta del Real Sporting de Gijón SAD, Femenino (Liga Reto Iberdrola y Primera Nacional) y colaborador en 1º y 2º equipos masculinos (2ª División/liga SmartBank y 2ª División B) (2019 – Actualidad)
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