Artículo realizado por: Teresa Gutiérrez
El fútbol es el deporte donde el esguince y la consecuente inestabilidad de tobillo son lesiones que se detectan con mayor frecuencia, debido a sus características de juego. El jugador requiere de un buen acondicionamiento físico y una buena biomecánica del gesto deportivo, para poder responder a la exigencia de multitud de movimientos combinados, multidireccionales y de gran velocidad que someten a la extremidad inferior y al complejo articular de soporte como es el tobillo, a grandes tensiones de sus estructuras predisponiéndolo a un alto riesgo de lesión.
Del 84% de las lesiones en el tren inferior, un 37% se dan en la articulación del tobillo, no siendo una lesión local, sino el resultado de una afección del sistema sensoriomotor. Es decir, cuando existe un daño en los ligamentos laterales y otras estructuras se va a generar una inestabilidad de tobillo, ya sea debido a hipo/hipermovilidad, déficit de fuerza o mala alineación de la articulación, realizando movimientos compensatorios por parte del jugador que pueden derivar a una discapacidad y consecuencias a largo plazo en estructuras cercanas.
Existen dos tipos de inestabilidad de tobillo que a su vez pueden combinarse entre sí. La inestabilidad mecánica y la inestabilidad funcional, siendo esta última la que relacionaremos con la fractura de la base del quinto metatarsiano en el fútbol. La inestabilidad funcional podemos definirla como aquella sensación subjetiva del futbolista de falta de equilibrio del tobillo, debido a un déficit propioceptivo y neuromuscular, derivado de un esguince de dicha articulación (con mayor frecuencia en el fascículo lateral externo).
Uno de los principales factores de riesgo de la inestabilidad funcional del tobillo, es una lesión previa del complejo cápsulo-ligamentoso, cursando no solo lesión estructural a este nivel sino afectando al tejido nervioso y musculo-tendinoso provocando numerosas alteraciones asociadas. Cuando se produce una lesión cápsulo-ligamentosa, el proceso de reparación se pone en marcha de inmediato, tras el cual se genera un tejido nuevo de colágeno que va a ser el encargado de aportar una estabilidad mecánica a la articulación afecta. Sin embargo, los procesos de curación del tejido neural son más lentos que el resto de tejidos, por lo que estaríamos ante un tobillo mecánicamente estable pero con falta de control neuromotor. Existen otros factores de riesgo que pueden llevarnos a esta inestabilidad funcional entre los que destaca, factores biomecánicos del miembro inferior, una disminución de la capacidad propioceptiva, hipomovilidad articular y un déficit de fuerza muscular. Existe una relación directa entre la falta de flexión dorsal con el déficit de fuerza del peroneo lateral corto y a su vez una excesiva tensión de la fascia lateral de la aponeurosis plantar, produciendo alteraciones en la musculatura, una reducción de la abducción-pronación del pie y una inestabilidad del arco externo y quinto metatarsiano, provocando un riesgo de fractura a este nivel.
En clínica y en la literatura encontramos varios tipos de fractura del quinto metatarsiano, siendo más frecuente en jugadores de fútbol fracturas por avulsión. (1)
La fractura por avulsión, es un arrancamiento de la tuberosidad de la base del quinto metatarsiano, debido a una contracción brusca del músculo peroneo lateral corto -por déficit de fuerza- y por una excesiva tensión de la fascia aponeurótica lateral -por falta de elasticidad-.
El mecanismo lesional se debe a una combinación de movimientos: una inversión forzada, flexión plantar y una rotación interna del pie, además de una elevación del talón. Puede o no, ir asociado a una lesión de los ligamentos laterales del tobillo.
Con mayor frecuencia, el pie que tenderá a sufrir esta lesión será el pie no dominante que es el que desempeña la función estabilizadora. También es este pie el que soporta el peso corporal mientras que el otro realiza el golpeo, además de ser este miembro el más susceptible a lesión por tener una mayor presión plantar en técnicas específicas del fútbol como el cambio de dirección repentina. (2)
Destacar que, asociado a este mecanismo de lesión, existen factores que pueden desencadenar una fractura por avulsión. Factores intrínsecos: alteraciones estructurales como pie cavo o retropié varo, desequilibrios musculares, déficit propioceptivo y otros factores extrínsecos al jugador: como la intensidad de la actividad, la superficie sobre la que se practica y por último el calzado. (3)
El jugador percibirá un chasquido en el borde externo del pie y referirá un dolor agudo con sensación de pinchazo, pudiendo ser culminante a un periodo largo de molestias. Existirá tumefacción e incluso un pequeño hematoma en la zona del quinto metatarsiano, siendo un dolor muy localizable por parte del jugador, en la zona de la prominencia del quinto metatarsiano. Podría cursar con una gran impotencia funcional para caminar e incluso no será capaz de realizar el apoyo del pie.
Si el deportista cursa con estos síntomas se le realizara una radiografía para confirmar la fractura por avulsión y así comenzar con el tratamiento lo antes posible.
En este tipo de fracturas se opta por un tratamiento conservador, siempre y cuando la fractura no sea desplazada, que en ese caso sería cirugía.
La fase inicial del tratamiento se llevará a cabo de dos tipos: una inmovilización de 3 a 4 semanas con un yeso, o de manera funcional que consiste en una carga lo más precoz posible con la ayuda de un calzado de suela rígida, para así estimular la formación de callo óseo. Siendo esta última según varios estudios la que menor días de incapacidad funcional ocasiona y por consiguiente la que va a permitir al jugador incorporarse en el menor tiempo posible al terreno de juego. Siguiendo el proceso normal de curación de este tipo de lesiones, se establecerán una serie de objetivos con sus respectivos tratamientos (4).
La fractura por avulsión del quinto metatarsiano es una de las lesiones secundarias a una inestabilidad de tobillo, siendo de gran importancia el equilibro muscular y articular de las estructuras adyacentes del pie y la buena biomecánica del gesto deportivo. Debido a su incidencia alta, la prevención y el trabajo multidisciplinar de cuerpo técnico y médico será fundamental para evitar posibles recidivas y para la vuelta al terreno de juego rápida y eficaz.
Teresa Gutiérrez
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